jueves, 3 de mayo de 2007

El Joel James que yo conocí

Por Dagoberto Tejeda Ortiz
Sociólogo, profesor universitario, investigador del folclor dominicano

En el 1991, viajé a Santiago de Cuba como parte de la delegación dominicana a la cual se le dedicaba el Festival del Caribe. La presencia masiva de más de quinientos dominicanos desbordó todas las expectativas, las infraestructuras físicas y las estrategias organizativas. Se armó una corredera en todas las direcciones para lograr su éxito. Vi por vez primera a Joel James. Me impresionó el dominio de sí mismo, el respeto que todos le tenían, y al mismo tiempo la ternura, con cara de niño, que irradiaba. Era una figura carismática, que a mí me atrajo de inmediato, porque sentí la sensación de querer ser como él.
Una de las noches del festival, en lo que hoy es la Casa de las Religiones Populares, había una ceremonia con Pablo Milanés y Elsy, una Servidora de Misterios que yo había llevado. En un momento en que me encontraba junto a Criminé dentro de las ceremonias que se estaban realizando, Joel saltó al centro para ser parte también de ellas. Ahí mismo sentí que él y yo habíamos nacido en el mismo lugar, aunque fuera en dos islas diferentes. Esa noche nació una profunda amistad, basada en el respeto, la admiración mutua, la autenticidad y la amistad. Sentí que ambos teníamos muchas cosas en común.
Desde entonces nuestra amistad se fue profundizando cada año, aumentando cada vez que lo conocía más. Admiraba su trayectoria de lucha revolucionaria y su coherencia entre el discurso y la práctica, su entrega a la Revolución y sobre todo, la visión ideológica que trascendía a las limitaciones de un izquierdismo tradicional que impedía ver y comprender las ilimitadas dimensiones trascendentes de la riqueza espiritual de los sectores populares y de su cultura; comenzando, ante la incomprensión de algunos, a mostrar que la base de sustentación de la Revolución Cubana, el Caribe y de América Latina estaba en el saber popular, en sus practicas, sus rituales, sus tradiciones, sus dioses y sus ancestros. Esto era un salto extraordinario a nivel filosófico, político, intelectual e ideológico.
Con él al frente, la Casa del Caribe se convirtió en vanguardia, trascendió a Santiago y a Cuba, para convertirse en centro del Caribe. Con su visión revolucionaria de la cultura popular.

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